sábado, 22 de septiembre de 2007

EXTRADICIÓN DE ALBERTO FUJIMORI, el último dictador del Perú

Imposible no comentar este suceso. Allá por el año 1992, con el desastre económico encima, dejado por Alán García, el entonces presidente democrático Alberto Fujimori trastocó el orden constitucional y jurídico del Perú con un auto golpe de estado. Creyó que con esa medida podría perpetuarse en el poder. Ese fue su plan premeditado (asesorado ya por gentes de amplio prontuario delictivo). Pero lo que no sabía era que desde ese día sus días como presidente estaban contados. Más aún, que las víctimas de su maquinación por perpetuarse en el poder no se iban a quedar calladas, por más que estuviesen muertas.
Se aprovechó (y hasta ahora lo hacen los “dirigentes” de su partido) de la pobreza del Perú, con el axioma maquiavélico de que la pobreza es manipulable, y el divide y vencerás. Como típico sátrapa, sabía complacer a quienes le pedían poco. Les daba menos y se conformaban. A los que pedían mucho, les dio mucho, sobre todo poder. Cuando todo se develo, cuando la verdad salió a la luz del mundo, fingió desconocer todo el aparato de terror que había creado. Ciertamente, él no era más que un fantoche de Montesinos y del grupo de militares que a menudo lo amenazaban con desplazarlo. Cuando los patriotas militares intentaban recuperar el país con la única vía que les quedaba: la sedición, que es un derecho inalienable, cuando la razón lo indica, huía a los cuarteles, donde se encerraba como un típico cobarde. Eso es lo que era.
Dicen que fue el reconstructor del país. Me da risa. Vendió más de la mitad de la patria (que no digo que está mal), sino que lo vendió con contratos, con concesiones licenciosas, coimas, prebendas, extorsiones… Pero no supo que las cosas tienen un límite. Su límite llegó cuando quiso quedarse cinco años más en el Poder. La juventud no lo quiso. La juventud se alzó alguna vez. En ese año, el Perú no era más que su finca, su cabaret. Pero no iba a durar siempre. Y como decía, cuando ya tenía todas las de perder, HUYÓ como un cobarde.
Señores, no creo en los odios. Creo en la justicia. Que se haga justicia. Él, y nadie más que él fue LA CABEZA de todo el aparato de destrucción y de terror que se instauró en el país durante casi diez años. Tiene que pagar sus responsabilidades. Así es la vida. Que sirva de ejemplo para los dictadorzuelos presentes y los por venir. Esa es la historia de la humanidad.


FacT

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